noviembre 14, 2020

Capítulo 24—Hacia adelante y hacia arriba

Por J-7M

Desearía poder describir la belleza de la vida cristiana. Empezando en la mañana de la vida, gobernado por las leyes de la naturaleza y de Dios, el cristiano avanza progresivamente hacia adelante y hacia arriba, acercándose cada día más a su hogar celestial, donde lo espera una corona de vida, y un nombre nuevo, “que ninguno conoce sino el que lo recibe”.1 Crece constantemente en felicidad, en santidad, en utilidad. El progreso de cada año excede al del año anterior. {MJ 66.1}

Dios ha dado a los jóvenes una escalera que han de ascender; una escalera que llega de la tierra al cielo. Dios está por encima de esa escalera, y los rayos de su gloria iluminan cada peldaño. Observa a los que van subiendo, listo para enviar ayuda cuando la mano afloja y el paso vacila. Sí, díganlo con palabras llenas de ánimo, que ninguno de los que suben perseverantemente por esa escalera dejará de obtener entrada en la ciudad celestial. {MJ 66.2}

Satanás presenta muchas tentaciones a los jóvenes. Juega el partido de la vida para obtener su corazón, y no dejará de probar un solo medio para engañarlos y arruinarlos. Pero Dios no los deja luchar sin ayuda contra el tentador. Ellos tienen un Ayudador todopoderoso. {MJ 66.3}

Mucho más fuerte que su enemigo es aquel que en este mundo, y en forma humana, hizo frente y venció a Satanás, resistiendo toda tentación que hoy día sobreviene a los jóvenes. Él es su Hermano mayor. Siente hacia ellos profundo y tierno interés. Los vigila constantemente, y se regocija cuando tratan de agradarle. Cuando oran, él mezcla con sus oraciones el incienso de su justicia, y las ofrece a Dios como sacrificio fragante. En su fuerza pueden los jóvenes soportar la dureza como buenos soldados de la cruz. Fortalecidos con su poder, son hechos aptos para alcanzar los elevados ideales que tienen delante. El sacrificio hecho en el Calvario es la prenda de su victoria. {MJ 66.4}

Dios no es irrazonable

La iglesia de Dios está compuesta de vasos grandes y pequeños. El Señor no pide nada que sea irrazonable. No espera que los vasos más pequeños tengan la capacidad de los más grandes. Espera retribución de acuerdo con lo que el hombre tiene, y no de acuerdo con lo que no tiene. Hagan lo mejor que puedan, y Dios aceptará los esfuerzos de ustedes. Emprendan el cumplimiento del deber que tengan más a mano y llévenlo a cabo con fidelidad, y el trabajo será completamente aceptable para el Maestro. En el deseo de hacer algo grande, no pasen por alto las tareas más pequeñas que les espera. {MJ 66.5}

Guárdense de descuidar la oración secreta y el estudio de la Palabra de Dios. Estas son las armas contra aquel que se esfuerza por obstaculizar el progreso hacia el cielo. El primer descuido de la oración y del estudio de la Biblia hace más fácil el segundo. La primera resistencia a los ruegos del Espíritu prepara el camino para la segunda. De este modo se endurece el corazón y se hace insensible la conciencia. {MJ 67.1}

Por otra parte, cada resistencia a la tentación hace más fácil la resistencia. Cada negación de sí mismo hace más fácil la abnegación. Cada victoria ganada prepara el camino para una nueva victoria. Cada resistencia a la tentación, cada acto de abnegación, cada triunfo sobre el pecado, constituye una semilla sembrada para vida eterna. Cada acto altruista da nueva fuerza a la espiritualidad. Nadie puede tratar de parecerse a Cristo sin hacerse noble y fiel. {MJ 67.2}

Desarrollar la confianza

El Señor reconocerá todo esfuerzo que hagan para alcanzar el ideal que él tiene para ustedes. Cuando fracasen, cuando por traición sean inducidos a pecar, no se sientan imposibilitados para orar, no se sientan indignos de presentarse ante el Señor. “Hijitos míos, esto os escribo para que no pequéis. Pero si alguno hubiera pecado, Abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo el Justo”.2 Él espera con brazos extendidos para dar la bienvenida al hijo pródigo. Vayan a él y cuéntenle sus errores y fracasos. Pídanle que los fortifique para un renovado esfuerzo. Nunca los chasqueará, nunca burlará la confianza de ustedes. {MJ 67.3}

Tendrán pruebas. De ese modo pule el Señor la tosquedad del carácter. No murmuren. Con las quejas hacen más dura la prueba. Honren a Dios con una sumisión alegre. Soporten pacientemente la presión. Aunque sean perjudicados, mantengan el amor de Dios en el corazón. “Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal, haz el bien; busca la paz, y síguela. Los ojos del Señor están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos”.3 {MJ 67.4}

“Guardaos de dar pasos desesperados; el día más oscuro habrá pasado si esperáis hasta mañana”. “En quietud y en confianza está vuestra fortaleza”.4 Cristo conoce la fuerza de las tentaciones y el poder de ustedes para resistir. Su mano está siempre tendida con compasiva ternura hacia cada criatura que sufre. Dice a los tentados y desanimados: “Hijo por quien he sufrido y muerto, ¿no puedes tener confianza en mí?” Y también: “Como tus días dure tu fuerza”.5 {MJ 68.1}

“Encomienda al Señor tu camino, confía en él y él obrará”.6 Él será para vosotros como la sombra de una gran roca en una región desierta. Dice: “Venid a mí […] y yo os haré descansar”,7 con el descanso que el mundo no puede dar ni quitar. {MJ 68.2}

No se puede describir con palabras el gozo y la paz de aquel que acepta al pie de la letra lo que Dios dice. Las pruebas no lo perturban, los desaires no le afectan. Ha crucificado el yo. Día tras día pueden hacerse sus deberes más abrumadores, sus tentaciones más fuertes, sus pruebas más severas; pero no vacila, pues recibe fuerza igual a su necesidad.—The Youth’s Instructor, 26 de junio de 1902. {MJ 68.3}

El costo de la victoria

Cristo sacrificó todo por el hombre para hacerle posible conquistar el cielo. Ahora le toca al hombre caído mostrar lo que sacrificará de su parte, por causa de Cristo, para alcanzar la gloria inmortal. Los que tienen exacta noción de la magnitud de la salvación y de su costo, jamás murmurarán porque tengan que sembrar con lágrimas, y porque el conflicto y la abnegación sean la suerte del cristiano en esta vida.—The Signs of the Times, 4 de marzo de 1880. {MJ 68.4}