noviembre 21, 2020

Capítulo 25—El perfeccionamiento del carácter

Por J-7M

Cristo no nos ha dado la seguridad de que sea algo fácil lograr la perfección del carácter. Un carácter noble, cabal, no se hereda. No lo recibimos accidentalmente. Un carácter noble se obtiene mediante esfuerzos individuales, realizados por los méritos y la gracia de Cristo. Dios da los talentos, las facultades mentales; nosotros formamos el carácter. Lo desarrollamos sosteniendo rudas y severas batallas contra el yo. Hay que sostener conflicto tras conflicto contra las tendencias hereditarias. Tendremos que criticarnos severamente a nosotros mismos, y no permitir que quede sin corregir un solo rasgo desfavorable. MJ 68.5

Nadie diga: “No puedo remediar mis defectos de carácter”. Si llegan a esta conclusión, dejarán ciertamente de obtener la vida eterna. La imposibilidad reside en la propia voluntad. Si no quieren, no pueden vencer. La verdadera dificultad proviene de la corrupción de un corazón no santificado y de la falta de voluntad para someterse al gobierno de Dios. MJ 69.1

Proponerse un blanco elevado

Muchos a quienes Dios ha calificado para hacer un excelente trabajo, realizan muy poco porque intentan poco. Miles pasan por la vida como si no tuvieran objeto definido por el cual vivir, ni norma que alcanzar. Los tales recibirán una recompensa proporcional a sus obras. MJ 69.2

Recuerden que nunca alcanzarán una norma más elevada que la que ustedes mismos se fijen. Fíjense, pues, un blanco alto y asciendan todo el largo de la escalera del progreso paso a paso, aunque represente penoso esfuerzo, abnegación y sacrificio. Que nada los estorbe. El destino no ha tejido sus redes alrededor de ningún ser humano tan firmemente que este tenga que permanecer impotente y en la incertidumbre. Las circunstancias adversas deberían crear una firme determinación de vencerlas. El quebrantar una barrera dará mayor habilidad y valor para seguir adelante. Avancen con determinación en la debida dirección, y las circunstancias serán los ayudadores, no los obstáculos. MJ 69.3

Cultivar todas las gracias del carácter

Para gloria del Maestro, ambicionen cultivar todas las gracias del carácter. Deben agradar a Dios en todos los aspectos de la formación del carácter. Pueden hacerlo, pues Enoc agradó al Señor aunque vivía en una época degenerada. Y en nuestros días también hay Enocs. MJ 69.4

Permanezcan firmes como Daniel, el fiel estadista a quien ninguna tentación pudo corromper. No chasqueen a aquel que los amó de tal manera que dio su propia vida para expiar sus pecados. Dice: “Separados de mí, nada podéis hacer”.1 Recuerden esto. Si han cometido errores, ganan ciertamente una victoria si los ven y los consideran señales de advertencia. De ese modo transforman la derrota en victoria, chasqueando al enemigo y honrando al Redentor. MJ 69.5

Un carácter formado a la semejanza divina es el único tesoro que podemos llevar de este mundo al venidero. Los que en este mundo andan de acuerdo con las instrucciones de Cristo, llevarán consigo a las mansiones celestiales toda adquisición divina. Y en el cielo mejoraremos continuamente. Cuán importante es, pues, el desarrollo del carácter en esta vida. MJ 70.1

Sus mandatos son habilitaciones

Los seres celestiales trabajarán con el agente humano que, con fe decidida busque esa perfección de carácter que logrará la perfección en la acción. Cristo dice a cada uno de los que se ocupan en su obra: “Estoy a tu mano derecha para ayudarte”. MJ 70.2

Cuando la voluntad del hombre coopera con la voluntad de Dios, llega a ser omnipotente. Cualquier cosa que debe hacerse por orden suya, puede llevarse a cabo con su fuerza. Todos sus mandatos son habilitaciones.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 266-268. MJ 70.3

Nuestra constante dependencia

Los que dejan de sentir que dependen constantemente de Dios, serán vencidos por la tentación. Podemos suponer ahora que nuestros pies están seguros y que nunca seremos movidos. Podemos decir con confianza: “Yo sé a quién he creído; nada quebrantará mi fe en Dios y su Palabra”. Pero Satanás está proyectando aprovecharse de nuestras características heredadas y cultivadas, y cegar nuestros ojos acerca de nuestras propias necesidades y defectos. Únicamente comprendiendo nuestra propia debilidad, y mirando fijamente a Jesús, podemos estar seguros.—El Deseado de Todas las Gentes, 345, 346. MJ 70.4