febrero 6, 2021

Capítulo 36—Una experiencia viviente

Por J-7M

El Señor de la vida y la gloria vistió su divinidad de humanidad para mostrar al hombre que Dios, mediante el don de Cristo, quiere unirnos con él. Sin estar en comunión con Dios, a nadie le es posible ser feliz. El hombre caído ha de aprender que nuestro Padre celestial no puede estar satisfecho hasta que su amor circunde al pecador arrepentido, transformado por los méritos del inmaculado Cordero de Dios. {MJ 95.1}

A este fin tiende la obra de todos los seres celestiales. Tienen que trabajar, bajo las órdenes de su General, para la restauración de quienes, por la transgresión, se han separado de su Padre celestial. Se ha ideado un plan por el cual se revelarán al mundo la maravillosa gracia y el amor de Cristo. El amor de Dios se revela en el precio infinito pagado por el Hijo de Dios para el rescate del hombre. Este glorioso plan de redención es amplio en sus provisiones para salvar al mundo entero. El hombre pecador y caído puede ser hecho completo en Jesús mediante el perdón del pecado y la justicia imputada de Cristo. {MJ 95.2}

El poder de la cruz

Jesucristo tomó la forma humana para poder abarcar con su brazo humano a la raza, mientras se asía con su brazo divino al trono del infinito. Plantó su cruz a mitad de camino entre la tierra y el cielo, y dijo: “Y cuando yo sea levantado de la tierra, a todos atraeré hacia mí”.1 La cruz había de ser el centro de atracción. {MJ 95.3}

Tenía que hablar a todos los hombres y atraerlos a través del abismo que el pecado había hecho, para unir al hombre finito con el Dios infinito. Únicamente el poder de la cruz puede separar al hombre de la fuerte confederación del pecado. Cristo se dio a sí mismo para la salvación del pecador. Aquellos cuyos pecados son perdonados, que aman a Jesús, se unirán con él. Llevarán el yugo de Cristo. Este yugo no ha de estorbarlos ni hará de su vida religiosa una vida de afán que no satisface. No; el yugo de Cristo ha de ser el medio preciso por el cual la vida cristiana ha de llegar a ser una vida de placer y de gozo. El cristiano se sentirá gozoso al contemplar lo que el Señor ha hecho al dar a su Hijo unigénito a fin de que muriera por el mundo, “para que todo el que crea en él, no perezca, sino tenga vida eterna”.2 {MJ 95.4}

La lealtad a Cristo

Quienes se hallan bajo la ensangrentada bandera del príncipe Emanuel deberían ser fieles soldados del ejército de Cristo. Nunca deberían ser desleales, nunca infieles. Muchos de los jóvenes se ofrecerán voluntariamente para ponerse de parte de Jesús, Príncipe de la vida. Pero si quieren continuar de parte de él, deben contemplar constantemente a Jesús, su Capitán, a la espera de sus órdenes. No pueden ser soldados de Cristo, y no obstante comprometerse en la confederación de Satanás ayudándolo, pues entonces serían enemigos de Cristo. Traicionarían cometidos sagrados. Formarían un eslabón entre Satanás y los verdaderos soldados, de modo que mediante estos agentes vivientes el enemigo trabajaría constantemente para hurtar el corazón de los soldados de Cristo. {MJ 96.1}Les pregunto, queridos jóvenes que profesan ser soldados de Jesucristo: “¿Qué batallas han peleado? ¿Cuáles han sido sus combates? Cuando la Palabra de Dios les ha revelado claramente la obra ¿han rehusado hacerla porque no convenía a sus inclinaciones? ¿Les ha seducido la atracción del mundo apartándolos del servicio de Cristo?” Satanás se ocupa en idear atractivos engañosos, y por la transgresión en lo que parece ser de poca importancia los aparta de Jesús. Luego presenta seducciones mayores para alejarlos completamente de Dios. {MJ 96.2}

Pueden tener sus nombres escritos en los libros de la iglesia y llamarse hijos de Dios, y no obstante el ejemplo y la influencia de ustedes, representar falsamente el carácter de Cristo, y hacer que otros se aparten de él. No hay felicidad, paz ni gozo para un creyente profeso que no esté alistado con todo el ser en la obra que el Señor le ha dado para hacer. Lleva constantemente el mundo a la iglesia, porque no se arrepiente, ni confiesa sus pecados, ni se entrega a Dios, sino que se entrega más y más al mundo, poniéndose en la batalla más bien del lado de Satanás que del de Cristo. {MJ 96.3}

Se necesita un conocimiento práctico

Quisiera rogar a los jóvenes que corten hasta el más delgado hilo que los liga en práctica y espíritu al mundo. “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor. No toquéis lo impuro, y yo os recibiré. Y seré vuestro Padre, y vosotros seréis mis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”.3 {MJ 96.4}

¿Quiere nuestra juventud prestar atención a esta invitación? Cuán poco se percatan nuestros jóvenes de la necesidad de dar con su vida y carácter un ejemplo cristiano ante sus jóvenes compañeros. Muchos de nuestros jóvenes comprenden la teoría de la verdad, pero cuán pocos comprenden, por conocimiento práctico, la relación práctica de la verdad con cada una de sus acciones. ¿Dónde están los jóvenes misioneros que hacen cualquier obra que se les presenta en el gran campo de la mies? ¿Dónde están los que diariamente aprenden en la escuela de Cristo? Nunca deberían sentir que están preparados para graduarse. Esperen en la sala de audiencias del Señor con el fin de que se les indique cómo deben trabajar en unión con los seres celestiales. Queridos jóvenes, deseo hablarles decididamente porque quiero que sean salvos. No pierdan más tiempo. No pueden servir a Dios y a Mammón. Aparentemente pueden ser cristianos, pero cuando vienen las tentaciones, cuando son severamente probados, por lo general ¿no ceden? {MJ 96.5}

La comunión con Cristo

El conflicto en que deben tomar parte activa se desarrolla en su vida diaria. ¿No quieren, en tiempos de prueba, poner sus deseos junto a la Palabra escrita y buscar en ferviente oración a Jesús para que los aconseje? Muchos declaran que no hay ciertamente mal alguno en ir a un concierto y descuidar la reunión de oración o ausentarse de las reuniones donde los siervos de Dios han de presentar un mensaje del cielo. Es más seguro para ustedes estar donde Cristo dijo que él estaría. {MJ 97.1}

Los que aprecian las palabras de Cristo no se alejan de la reunión de oración o de la reunión donde el mensajero del Señor ha sido enviado para decirles cosas de interés eterno. Jesús ha dicho: “Donde están dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.4 ¿Pueden permitirse escoger el placer y perder la bendición? La indulgencia en estas cosas tiene una marcada influencia, no solo en la vida y el carácter de ustedes, sino en la vida y el carácter de sus compañeros. {MJ 97.2}

Si todos los que profesan ser seguidores de Cristo fueran así de hecho y en verdad, tendrían la mente de Cristo y obrarían las obras de Dios. Resistirían la tentación de complacer el yo y mostrarían que no disfrutan más de los frívolos placeres del mundo que del privilegio de encontrarse con Cristo en la reunión de testimonios. Entonces tendrían una decidida influencia sobre otros y los inducirían a seguir su ejemplo. {MJ 97.3}

Las acciones hablan en voz más alta que las palabras, y los que aman el placer no aprecian las ricas bendiciones de estar en la asamblea del pueblo de Dios. No aprecian el privilegio de influir en sus compañeros para que vayan con ellos, con la esperanza de que su corazón sea enternecido por el Espíritu del Señor. ¿Quién va con ellos a estas reuniones mundanas? Jesús no está allí para bendecir a los congregados. Pero Satanás hará acudir a la mente muchas cosas que no dejan lugar para los asuntos de interés eterno. Para él es una oportunidad de confundir el bien mezclándolo con el mal. {MJ 98.1}

La asistencia a las reuniones mundanas crea un gusto por las distracciones excitantes y debilita la fuerza moral. Los que aman el placer pueden mantener una forma de piedad, pero no tienen relación vital con Dios. Su fe está muerta, su celo ha desaparecido. No sienten la preocupación de decir una palabra oportuna a las personas que están sin Cristo y de instarlas a entregar su corazón al Señor.—The Youth’s Instructor, 23 de abril de 1912. {MJ 98.2}

La religión no es un sentimiento

La religión pura y sin mancha no es un sentimiento, sino la ejecución de obras de misericordia y amor. Esta religión es necesaria para la salud y la felicidad. Entra en el templo contaminado del ser y con azote echa a los pecaminosos intrusos. Tomando el trono, consagra todo con su presencia, iluminando el corazón con los rayos brillantes del Sol de justicia. Abre las ventanas del corazón hacia el cielo, dejando entrar la luz del amor de Dios. Juntamente con ella penetran la serenidad y la calma. Aumenta la fuerza física, mental y moral, porque la atmósfera del cielo, como agente viviente, activo, llena el ser. En el interior se forma Cristo, la esperanza de gloria.—The Review and Herald, 15 de octubre de 1901. {MJ 98.3}