enero 23, 2021

Capítulo 34—Una experiencia cristiana genuina

Por J-7M

Vi que a menos que se manifieste en los jóvenes un cambio completo y una conversión cabal, pueden desesperar de alcanzar el cielo. Por lo que me ha sido mostrado, no están verdaderamente convertidos ni siquiera la mitad de los jóvenes que profesan la religión y la verdad. Si hubieran sido convertidos, darían frutos para la gloria de Dios. Muchos se apoyan en una esperanza supuesta, sin verdadero fundamento. La fuente no ha sido limpiada; por lo tanto, los raudales que proceden de ella no son puros. Limpien la fuente, y los raudales serán puros. {MJ 90.3}

Si el corazón está bien, sus palabras, su indumentaria, sus hechos también lo estarán. Falta la verdadera piedad. No quisiera deshonrar a mi Maestro admitiendo siquiera que es cristiana una persona negligente, trivial y que no ora. No; el cristiano obtiene la victoria sobre los pecados que lo asedian y sobre sus pasiones. Hay un remedio para el ser enfermo de pecado. Ese remedio está en Jesús. ¡Precioso Salvador! Su gracia basta para los más débiles; y los más fuertes deben recibir también su gracia o perecer. {MJ 91.1}

La gracia salvadora

Vi cómo se puede obtener esta gracia. Vayan a su habitación, y allí, a solas, supliquen a Dios: “Dios, crea en mí un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”.1 Tengan fervor y sinceridad. La oración ferviente es muy eficaz. Como Jacob, luchen en oración. Agonicen. En el huerto Jesús transpiró grandes gotas de sangre; deben hacer un esfuerzo. No abandonen su habitación hasta que se sientan fuertes en Dios; luego velen y, mientras velan y oran, podrán dominar los pecados que les asedian, y la gracia de Dios podrá manifestarse en ustedes; y lo hará. {MJ 91.2}

No permita Dios que yo deje de amonestarlos. Jóvenes amigos, busquen al Señor de todo corazón. Acudan a él con celo, y cuando sientan sinceramente que sin la ayuda de Dios habrán de perecer, cuando lo anhelen a él como el ciervo anhela las corrientes de agua, entonces el Señor los fortalecerá prestamente. Entonces la paz sobrepujará todo entendimiento. Si esperan la salvación, deben orar. Tomen tiempo para ello. No se apresuren ni sean negligentes en sus oraciones. Rueguen a Dios que obre en ustedes una reforma cabal, para que los frutos de su Espíritu moren en ustedes y permanezcan como luminarias en el mundo. No sean un estorbo ni una maldición para la causa de Dios; pueden ser una ayuda, una bendición. ¿Les dice Satanás que no pueden disfrutar de la salvación plena y gratuitamente? No le crean. {MJ 91.3}

Los primeros pasos

Vi que es privilegio de todo cristiano gozar de las profundas emociones del Espíritu de Dios. Una paz dulce y celestial invadirá la mente y se deleitarán en meditar en Dios y en el cielo. Se regocijarán en las gloriosas promesas de su Palabra. Pero sepan primero que han iniciado la carrera cristiana. Sepan que han dado los primeros pasos en el camino de la vida eterna. No se engañen. Sé que muchos de ustedes no saben lo que es la religión. Han sentido cierta excitación, cierta emoción, pero nunca han reconocido la enormidad del pecado. No han sentido que estaban perdidos, ni se han apartado de sus malos caminos con amargo pesar. Nunca han muerto al mundo. Todavía aman sus placeres; se deleitan en conversar acerca de asuntos mundanos. Pero cuando se introduce la verdad de Dios no tienen nada que decir. ¿Por qué callan así? ¿Por qué hablan tanto de asuntos mundanos, y guardan silencio sobre el tema que más les concierne, un tema que debería embargar todo vuestro ser? La verdad de Dios no mora en ustedes.—Joyas de los Testimonios 1:51, 52. {MJ 91.4}

Despejar el camino para recibir la bendición de Dios

No hay nada que Satanás tema tanto como que el pueblo de Dios limpie el camino de todo obstáculo, de modo que el Señor pueda derramar su Espíritu sobre una iglesia languideciente y una congregación impenitente. Si Satanás se saliera con la suya, no habría, hasta el fin del tiempo, otro despertar, grande ni pequeño. Pero no ignoramos sus ardides. Es posible resistir a su poder. Cuando se haya preparado el camino para el Espíritu de Dios, vendrá la bendición. Tan ciertamente como que Satanás no puede cerrar las ventanas del cielo para que no caiga lluvia sobre la tierra, no puede impedir que una lluvia de bendición caiga sobre el pueblo de Dios. Ni los hombres perversos ni los demonios pueden obstaculizar la obra de Dios ni impedir su presencia en las asambleas de su pueblo, si este, con corazón contrito y sumiso, confiesa y aparta sus pecados, y reclama con fe sus promesas.—The Review and Herald, 22 de marzo de 1887. {MJ 92.1}